Lentamente se dirigió al balcón
para escuchar más de cerca aquel sonido extraño que no la dejaba dormir. Mientras
daba un paso tras otro, notaba que el sudor salia de su cuerpo
repentinamente, frio y espeso caía al piso al son de sus pisadas hasta que,
llegada al balcón logró concentrar toda su atención ahí, inquietamente paralizada, aguantando la respiración, con el
corazón ardiendo y en el éxtasis del momento, un silbido penetrante, muy
parecido al que causan los vientos sobre los espesales y llanuras o las altas
construcciones, o en lo elevado del
monte, pero más fuerte, más vivo aun, que aquel natural le adormeció el sudor.