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lunes, 20 de mayo de 2013

La virgen desnuda. (parte II )



Ya era de mañana nuevamente y no podía entender por qué el silencio permaneció durante las primeras horas del día, escuchaba solo el silbido de algunos pájaros y el ruido de mis pulmones respirando profundamente. Confuso, de alguna manera estaba advertido sobre el bullicio que dominaba los días de aquellos pueblos de la montaña. Mi ayudante, originario de San Carlino se veía preocupado, lo noté por que se escabullía en ese mismo silencio desolador, pero me atreví a preguntarle – Bejancho, oime ¿vos que tenés?- -Na’ jefe, pero no hable de vírgenes ¿oyó?- Yo me acuerdo de eso Bejancho, pero no entiendo ¿porque me decís esa vaina otra vez?- Jefe, hoy es el día.- ¿el día de qué? – hoy jefe, nos jugamos la fé … la fé!! .


Inmóvil, si, quieto quedé…el sudor de mi ayudante brillaba en su frente, no era común verlo así, sentí una brisa fría que me congelo el cuerpo, y de repente, se escuchó un grito que venía desde la calle principal. – ¡aleluya Virgen de Toreira!!,  y un tumulto ¡¡Aleluya!!- ¡serás la ganadora y seremos victoriosos!!- Palos, machetillas, carretas y mucha algarabía en la calle.
Era hora de salir, ese día la Alcaldía Municipal estaba cerrada, las oficinas bancarias, todo estaba paralizado menos un pueblo que se veía dispuesto a todo. – Si ve jefe, hoy es el dia. Hoy nos jugamos la fe, hoy la virgencita de Toreira demostrará que ella es la única patrona de toda la provincia y no esa virgen que quieren en el otro pueblo, que dicen que hace milagros, y es más bendita que la Virgencita nuestra-.   

Así era la historia, pero faltaba más y Bejancho siguió contándome a detalle que desde hace muchos años, los dos Pueblos vecinos entraron en una guerra de milagros y la competencia entre la Virgen de Toreira de San Carlino y la Virgen de la Rosa en El Convento eran a precio de sangre. Cada pueblo defendía a su virgen sin importar el costo, por eso me advirtió que no hablara de ellas, que si nombraba a la Virgen de la Rosa en San Carlino era una ofensa muy grave a sus pobladores y me podía ir muy mal. Pues bien, el fanatismo había llegado a un punto demasiado sangriento, y los capataces de ambos pueblos tomaron la decisión de poner a competir a las vírgenes en un duelo que no iba a decidir si alguna de las vírgenes reinaría en estos territorios,   si no peor aún, la Virgen y su pueblo perdedor aceptarían la mayor humillación que algún creyente pueda recibir: Adorar a su virgen sin vestiduras.

La competencia ya casi comenzaba, el gran amontonamiento de gentes se daba en el cruce que dividía el camino hacia los dos pueblos, las procesiones con cada una de las imágenes de las Vírgenes descendían estrepitosamente arrastradas por intensos aleluyas y ave marías. Aunque todavía el sol penetraba nuestras cabelleras con intensa fulminación ese medio día, ya comenzaba a ver las nubes juntarse para arropar la incandescencia del momento. Mudo, sorprendido, confundido no hacía más que bajar al son de los rezos el camino de tierra, no quería perderme un espectáculo tan sacado de la superstición y el fetichismo de ese último rincón al que fui a parar. 

Al encontrarse de frente ambas imágenes de yeso, adornadas de vestidos pomposos, coloridos y con brillos únicos, de perlas resplandecientes y sus coronas doradas, un gran temblor sacudió las montañas haciéndolas gruñir ferozmente, meciéndolas como si se tratara de arenales del desierto,  y mientras la gente asustada se arrodillaba, suplicaba misericordia, corrían y gritaban, yo miraba hechizado esas dos figuras, tan escéptico y apático,  mi corazón comenzó a palpitar como nunca, me agaché durante aquel terremoto inesperado, asustado, quedé en medio de un mar de gente que enloquecía, la lluvia salada comenzó a caer y los rezos y oraciones se cambiaron por maldiciones y gritos desesperantes y las bulliciosas santerías de los fieles que ahora caían en desgracia insospechada se derretían en el agua. 

Cuando terminó aquel momento infernal, hombres y mujeres de ambos pueblos se miraron, se desconocieron, se desarmaron, sus ojos rigidos voltearon a la vez sobre las dos Imágenes que permanecieron atrapadas en el terremoto y el aguacero de sal, para descubrir que sin competir por milagros, ambas Vírgenes estaban dispuestas a ser adoradas indudablemente, DESNUDAS.

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