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martes, 4 de junio de 2013

En nombre del Rey Arturo (parte II)


Ya en forma, acompañados de una luz nocturna serena, la comitiva salió con paso tranquilo entre los espésales que limitan con la cordillera europea. 

Ya en el reino del Norte, la imposición de una nueva casta gobernante comenzaba a instaurar la religión como instrumento político, la persecución a quienes no reconocieran al nuevo Dios se dibujaba con sangre y humillación, la confusión era parte del nuevo reinado. La mesa Redonda de Caballeros destruida, sus integrantes exiliados y el pueblo envuelto en la incertidumbre eran los últimos vestigios que los viajeros del Rey debían enfrentar.

En nombre del Rey Arturo (parte I)

Para el Rey  volver a su reino pareció alterarle el corazón, no por odios que alguna vez haya maldecido, sino más bien por su deseo de que las cosas marcharan mejor en la monarquía.  Había procurado por todos los canales lógicos la restauración de su imperio y ahora todo parecía en vano.  La gran mesa conformada por caballeros de la Corte que estableció, solo pretendía evitar batallas innecesarias entre ellos, cada uno debía estar al servicio de todos sin atribuirse el poder y la autoridad ilegitima sobre los demás. 

Largos días de viaje a caballo lo esperaban, acostumbrado ya a estos largos recorridos advirtió enviar el primer grupo de caballeros de su guardia principal, que entrarían sin levantar sospecha alguna sobre la venida del Rey a enfrentar al nuevo traidor.  El entrenamiento militar era una opción que nadie en las latitudes europeas desechó rotundamente y Roma era el epicentro de la estrategia política y militar de aquella época. Ahí se encontraba el Rey cuando se enteró que Lorded se autoproclamó nuevo Rey del imperio, que liquidó la Mesa Redonda de Caballeros de la Corte y despojó a los sabios de su función legisladora.