Ya en forma, acompañados de una
luz nocturna serena, la comitiva salió con paso tranquilo entre los espésales
que limitan con la cordillera europea.
Ya en el reino del Norte, la
imposición de una nueva casta gobernante comenzaba a instaurar la religión como
instrumento político, la persecución a quienes no reconocieran al nuevo Dios se
dibujaba con sangre y humillación, la confusión era parte del nuevo reinado. La
mesa Redonda de Caballeros destruida, sus integrantes exiliados y el pueblo
envuelto en la incertidumbre eran los últimos vestigios que los viajeros del
Rey debían enfrentar.
La entrada a la fortaleza del
reino parecía desolada, solo militares la rodeaban exigiendo tributos para
ingresar, Zartreh el enigmático, llegó al fin con su blindado grupo de jinetes
de guerra. Requisados, y puestos a
disposición del nuevo e Ilegitimo Rey, los enviados por
Arturo mantuvieron lealtad absoluta al reino que los vio crecer. Fueron enviados
a prisión por desconocimiento del nuevo Dios supremo y del nuevo Rey.
-¿Reconocer lo que no existe?-decía
Zartreh -nada más tirano y peligroso que adorar un dios extraño y único, nada
más incierto que limitar al hombre a los designios de un ente invisible…Yo juré
lealtad al reino y a los hombres que lo edifican, no seré instrumento de
despojo y desolación espiritual ¡ -terminó exclamando ante sus hombres.
El Rey usurpador había logrado
reunir a su alrededor a los más destacados militares y legisladores del reino, complaciéndolos
con dádivas financieras y fiscales, con terrenos y caballería. Sin embargo, no
todos profesaban la misma actitud corrupta, decidieron recibir todo lo que el
Rey ofrecía para luego entregarlo al cuerpo legislador, quienes administraban
los recursos del estado monárquico. Estos militares y legisladores leales,
lograron persuadir a otros tantos para lograr la reconstrucción. Por semanas
planearon la fuga de los presos políticos y comenzar la batalla contra los
usurpadores apenas llegara e esas tierras el Rey Arturo.
Así fue, pero el rey Arturo
demoró su llegada y los cientos de encarcelados lograron el resurgimiento del batallón
real en las semanas siguientes quedando atentos a su llegada. Zartreh el enigmático
recordaba las palabras del Rey antes de partir desde Roma, y conociendo su
lealtad decidió comenzar la batalla sin la presencia de Arturo.

El Usurpador aceptó el desafío y
exclamó –mi dios me protegerá y me entregará este reino de nuevo y en nombre de
dios te expulsaré- sus hombres con un ¡viva! lo acompañaron mientras acoplaban
sus espadas para el combate. Zartreh sonrió y dijo – yo vengo a defender
nuestro reino confiando en los hombres y en nombre del Rey Arturo- .
Se cumplió el encargo de Arturo,
al igual que la confianza en sus hombres. El Rey, nunca llegó.
Las imagenes fueron extraidas de
1. es.123rf.com
2. milrecursos.com
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