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viernes, 16 de agosto de 2013

La noche del accidente.

Hacía 15 minutos que la dejé al frente de su casa. Nos despedimos como era costumbre en las gradas que dan a la puerta, unos cinco escalones que subió y luego entró, pero justo antes miró atrás y se despidió de nuevo con una sonrisa. Yo seguía mi camino a casa pensando en ella, miré mi reloj negro, el mismo que me regaló mi hermana un mes atrás, calculando ya 25 minutos de recorrido. El piso húmedo, la llovizna permanente casi arruina la cita de hoy, la suerte y el clima permitieron que ella pudiera salir esta noche que amenazaba con mojarnos las ilusiones. Todo era perfecto, desde que entré a la casa de lucero para pedir permiso y salir hasta ese momento extraño, apenas justo cuando mi reloj marcó las 11 de la noche, las cosas no serian como de costumbre.